Una vez conocí un Director de departamento que llevaba muchos años en una empresa, y tenía mucho poder e importancia en la organización. De hecho, se había ganado este poder ya que había crecido desde “abajo”. Era el jefe por “antigüedad”, ya que era el único en el departamento sin “estudios”… lo habían ido promocionando a base de trabajo, esfuerzo y entrega.
Por algún motivo, la organización se dio cuenta que este equipo no avanzaba. Estaba anclado en el pasado. Sin nuevas ideas, sin retos, sin compromiso… ¿dónde está el error? El Director se preguntaba por qué su equipo no “daba un paso más”. Él se había entregado a la empresa y esperaba lo mismo de los demás.
Analizamos un poco el caso. De hecho, en los últimos años, había personas que habían durado poco en este departamento. ¿Las causas? Por lo que se decía, habían “retado al jefe”. Le habían cuestionado cosas, le habían expuesto su punto de vista. Y a él no le había gustado nada. ¿Quizás habían sacado a la luz sus propias debilidades?
Conozco otro jefe, muy distinto. Él escoge a su equipo pensando en sus propias debilidades, y además, así lo explica. “Tu valor en el equipo es aportarme esto que yo no tengo”… o “necesito que me ayudes aquí porque yo de forma natural no lo veo”… Se rodea de personas complementarias a él, que le aportan todo aquello que no tiene. Este es un equipo de éxito, ganador. Quizás puede resultar incómodo en el día a día, pero es mucho más efectivo. En este equipo las habilidades están compensadas y las personas están motivadas porque entienden su aportación.
¿Y tú? ¿Te importa tener un equipo “mejor que tú”? ¿Te gusta rodearte de personas que no te puedan “hacer sombra”?
Te animo a la reflexión, ¡feliz martes!