Javier era un chico con un buen expediente. Gracias a esto entró en una empresa después de varias entrevistas y pruebas… a un buen puesto. Durante los primeros años, se entregó a la empresa. Había mucho por hacer y por organizar. También necesitaba un tiempo para conocer las demás personas clave de la organización, entender cómo se hacían las cosas y ser capaz de conseguir aliados para que se pudieran llevar a cabo sus proyectos.
Después de estos primeros años, un día, de repente, sintió que ya no tenía reto. Era un sentimiento extraño. Pensaba que necesitaba hacer algo nuevo… y sin embargo, su empresa no le daba otra oportunidad. Ya conocía tan bien su puesto que su jefe no quería arriesgarse cambiándolo de funciones y, además, tenía la sensación que tampoco le motivaba mucho darle proyectos de más nivel… quizás estaba preocupado que pudiera “hacerle sombra”. Pasaban los años. Miraba su curriculum, y cada año pensaba que no tenía nada nuevo que añadir. De hecho, los proyectos más interesantes que quería contar eran los del principio de su vida profesional. En los últimos años, nada que decir ni que añadir… simplemente “más de lo mismo”.
Sintió que empezaba a “desaprender”. Él era un chico preparado. Cuando entró en la empresa, hacía ya 8 años, era muy valorado en el mercado. Ahora, por el contrario, tenía la sensación que había perdido valor. Que no seguía aprendiendo… de hecho, pensaba que su vida profesional iba cada vez peor…
¿Qué hacer en este caso? ¿Es importante aprender en el trabajo? Le vino a la mente un comentario que uno vez le dijo un profesor… “Javier, acuérdate de esto: el momento que dejas de aprender en un trabajo, puede ser el principio del fin. Búscate otro empleo.”
Y Javier meditaba sobre su futuro. Estaba cómodo. Demasiado cómodo. Quizás ya le daba igual el hecho de “no aprender”. Quizás podía jubilarse en ese puesto y ya está. O quizás, todavía podía hacer algo para tener un nuevo reto… en otra empresa, claro.
¿Y tú,…. desaprendes?