Ésta es una pregunta que recientemente aparece en algunas conversaciones sobre cómo llevar a cabo un proceso de selección. ¿Se trata de ser “honesto” o de ser transparente?
Pienso que, sin duda, la honestidad y la sinceridad es algo que nunca hay que perder en una entrevista. Estoy segura que muchos de mis colegas que se dedican a la selección de talento, en cuanto “cazan” una mentira, descartan directamente al candidato. No puedes confiar en alguien si te miente en una entrevista o si se inventa títulos o puestos o referencias. Por tanto, mi apuesta y recomendación es siempre ser genuino, auténtico, y jamás faltar a la verdad.
Pero…
Pero…
No te pases de transparencia! Hay candidatos, que son demasiado “transparentes”. No hay secretos en su discurso. Historias demasiado personales (se separaron de su novia, por eso se fueron del trabajo, se enfadaron con su jefe, y en una rabieta decidieron presentar su dimisión, en su empresa había gente que robaba y por tanto se fueron…) deberían ser ignoradas de un proceso de selección. Cuando un responsable de selección escucha estas historias, siente a la vez curiosidad y rechazo. Curiosidad, por conocer más detalles y entender hasta qué punto el candidato estuvo involucrado. Rechazo porque seguramente, no quiere tener que oír estas historias durante un proceso de selección.
Por tanto, sé honesto, al 200%. Nunca inventes nada.
Y además, adecua tu discurso en función de lo que quiere oír tu interlocutor. Utiliza tu inteligencia emocional para saber cómo puedes conectar con él y causar una buena impresión… destacando aquéllas cosas positivas de tu curriculum. Por tanto, no necesitas ser tan transparente.
Honestidad, sinceridad, sí siempre. Transparencia… sólo a veces.