El otro día conocí un gran directivo. De formación, ingeniero industrial. Su trayectoria profesional era excelente, ascendente, y de gran éxito. En su carrera, fue de los primeros de la clase. Cuando acabó, tenía varias ofertas, se decantó por un puesto como consultor en una de las “big-4”, luego se fue a una empresa mediana como adjunto a dirección, de ahí a director general. Luego lo ficharon para otra empresa… y otra. Y últimamente llevaba 15 años en su empresa. La había llevado al crecimiento, de una situación prácticamente de “quiebra”, había renovado el equipo, le había dado una vuelta al modelo del negocio y ahora era una empresa líder en su sector. Recientemente, los propietarios habían decidido vender algunas participaciones a un fondo de inversión y, casi sin darse cuenta, se había encontrado una carta de despido encima de la mesa.
Se le habían desmontado sus esquemas. Su autoestima estaba muy tocada. No sabía qué hacer. Nunca había buscado trabajo, siempre le habían “ofrecido varios”. Y ahora, no sabía cómo afrontar su búsqueda de nueva oportunidad laboral. A sus casi 50 años, le parecía casi imposible haber llegado a esa situación… “no puede ser, no puede ser, yo no he hecho nada malo…”
Le hago algunas preguntas para entender su contexto… “¿qué has hecho estos últimos años?, cuéntame cómo ha sido tu vida estos últimos 15 años al frente de este negocio”. Me cuenta su vida profesional: viajes, negociaciones de trabajo, abrir y cerrar la oficina todos los días, llevarse trabajo a casa, llamadas a deshoras, fines de semana llenos de proyectos y decisiones. En resumidas cuentas, los últimos años “sólo se había dedicado a trabajar”. Le pregunto de a quién conoce más allá de su empresa. Me responde que a poca gente. Sus amigos ya no lo son tanto, porque hace tiempo que no los ve. Tampoco conoce a personas de otros sectores, otros niveles de responsabilidad, que no sean de su anterior empresa. No está involucrado en ninguna asociación de empresarios, no tenía tiempo para eso. También ha dejado el deporte en equipo, porque al final, acababa siempre cancelando sus citas…
Me pregunta… “¿por dónde empiezo a hacer “networking”? -es que me han dicho que es la clave para encontrar un nuevo reto interesante profesional”…
Recordad, el networking no es una tarea, es una actitud en la vida.
Hola Maite, buen post, lo compartimos.
En realidad nunca es tarde… pero hay veces que vale la pena ser previsor. Acordarse del networking cuando buscamos empleo o promoción de nuestra empresa puede reducir la respuesta de nuestros contactos.
En quedamus.com pensamos que es algo que hay que hacer día a día, aunque más vale tarde que nunca 🙂
Gracias Carmen 🙂
Gracias Maite; estoy totalmente de acuerdo contigo. El networking es una actitud en la vida que impacta en la mayoría de habilidades que debe tener un buen profesional. En mi opinión, es vital para poder compartir tus conocimientos e intereses pero sobretodo para poder escuchar y aprender de los demás. Ayuda a relativizar y darnos perspectiva de nuestro trabajo. Ayuda a crecer. En cuanto al protagonista de tu relato, lamentablemente a mi modo de ver hay un nivel de networking que ya no tiene la posibilidad de alcanzar pero también estoy convencida que, dada su experiencia, no le costará mucho empezar a crear su propia red.
He pasado por una situación similar y añadiria que durante los últimos años en el tranajo. me dedicaba a formarme en lo que se requeria para desempeñar mejor ese puesto. Luego descubrí que me habia especializado en algo que resultaba de poco interés fuera de esta empresa y que habia descuidado mi crecimiento profesional.