Esta demanda es una de las demandas más habituales que me hacen mis coachees. Me piden que les ayude a controlar emociones, porque, según me cuentan, las emociones parece que no siguen un determinado patrón y no saben cómo reprimirlas o mitigarlas. Una demanda interesante.
Interesante porque, las emociones, no se pueden “dejar de sentir”. Es un tema físico, se conecta una parte del cerebro y… ves a alguien y “te emocionas”. Aunque no quieras. Recuerdas a tu jefe, y sientes rabia. Tienes a tu primer hijo en brazos, y lloras de felicidad. La emoción brota, sin que tú puedas hacer nada. Y es bonito que sea así… es decir, las emociones no pueden no sentirse ni controlarse: las sientes así, aunque no quieras o aunque te propongas que, la siguiente vez que veas esa persona “no vas a sentir nada por ella”… seguro que sabéis a qué me refiero.
¿Está todo perdido en control de emociones, pues? La respuesta es no. Con inteligencia emocional puedes ser capaz de “gestionar mejor” estas emociones… canalizar la emoción y gestionarla para que juegue a tu favor. Por otro lado, aplicando el “mindfulness”, de lo que se trata, muchas veces, es de reconocer esa emoción. Es muy interesante ver cómo, para muchas personas, el simple hecho de “observar una emoción” ya sirve de mucho. Sentir, sin juzgar, simplemente haciéndote consciente de que la emoción está ahí… diciéndote: “ahora siento rabia, claro, ya lo entiendo, porque estoy recordando esto…” o cualquier argumento que sirva para hacerte más consciente de lo que te pasa a nivel emocional.
Por tanto, olvídate de controlar tus emociones. Las emociones fluyen, no importa lo que hagas. Lo importante es canalizarlas, hacerte consciente y observarlas. Intentar utilizar esa energía de la emoción para una finalidad que sea positiva para ti.