El otro día topé con un gran profesional. Un profesional muy productivo y eficiente. Enfocado en la tarea y en el cumplimiento de objetivos. Va a por su objetivo, sin levantar cabeza… y no les gusta “sobresalir”ni “perder el tiempo”. De hecho, cuando llega a su mesa, se sienta y trabaja. Va a reuniones, interactúa en esas reuniones, y vuelve al trabajo. Y así toda la jornada laboral, ya que come mirando su pantalla de ordenador.
Me cuenta que en su empresa hay otro tipo de personas. Personas que también cumplen objetivos pero quizás invirtiendo un poco más de tiempo. Dedican algún tiempo a “otros menesteres”. Muy importantes, por cierto. Se dedican a cosechar buenas relaciones en el trabajo, a hacer amigos. A conseguir que la gente hable bien de ellas, a contar (sutilmente) que tienen mucho trabajo pero que, como son eficientes, lo pueden sacar adelante con excelentes resultados. Dedican un tiempo a “venderse”. Explican lo que hacen y lo que quieren hacer en el futuro. La gente les escucha y les comprende.
Un día, en los despachos de la empresa, se habla del siguiente candidato para el proyecto “estratégico” del año. Salen dos nombres, el del eficiente que nadie conoce, y el del “networker”… cuya visión es compartida por todos.
Evidentemente, ya sabéis quién se lleva el puesto…